Un viaje por la literatura uruguaya: los editores que leyeron Montevideo como un libro

Uruguay XXI organizó una misión literaria que combinó reuniones con el sector editorial y un recorrido patrimonial por los espacios donde se forjó la literatura uruguaya
Fecha de publicación: 20/11/2025
Compartir:

Montevideo se desplegó como un libro que se puede recorrer a pie. Entre el 24 y el 26 de setiembre, Uruguay XXI invitó a los editores Santiago Tobón, de Sexto Piso (México–España), y Sandro Aloisio, de Grupo Escala (Brasil), a descubrir esas páginas en una misión que combinó reuniones con editoriales, autores e ilustradores y, en paralelo, una ruta por las casas, las mesas y las voces que sostienen —desde hace más de un siglo— la escena literaria uruguaya.

“Queríamos que no solo conocieran a los editores, autores e ilustradores de hoy, sino también la historia viva detrás de ellos: los lugares donde se forjaron nuestras letras”, explicó Omaira Rodríguez, especialista en Promoción de Industrias Creativas en Uruguay XXI, quien guió a los visitantes durante todo el recorrido.

Desde la Academia Nacional de Letras hasta el Café Brasilero, pasando por la casa de Susana Soca, el Museo Zorrilla y la Fundación Mario Benedetti, los invitados siguieron el trazo de un país donde la literatura no solo se escribe, se habita.

“Ha sido un recorrido fascinante”, diría luego Tobón. “Una visión mucho más completa de lo que significa la vida cultural de Uruguay”, agregó. Mientras que Aloisio lo definió como “una inmersión fundamental”. “Me conmovió la manera en que ustedes cuidan esa memoria, para que las generaciones actuales y futuras puedan disfrutar de ese legado y llevarlo adelante”, dijo.

La escena actual, vista en reuniones y en pasillos de la Feria del Libro, los sorprendió por su diversidad y pulso. “Me llevo una visión muy positiva del sector; la efervescencia que hay en Uruguay no es común en otros países”, apuntó Tobón. “En ilustración, la calidad del diálogo entre imagen y texto me llamó muchísimo la atención; en narrativa me llevo muchas tareas por hacer”, agregó.
Aloisio, que piensa el libro como un bien accesible, lo conectó con una oportunidad regional: “Tenemos una deuda cultural entre nuestros pueblos. Necesitamos mirar más a quienes están cerca, intercambiar más; de lo contrario, la industria nos arrastra al inmediatismo y seguimos reproduciendo ‘más de lo mismo’”,

De la torre modernista al alma de una ciudad literaria

Con esa mirada fresca, ambos entraron a la Academia Nacional de Letras —la histórica casa de Julio Herrera y Reissig con su Torre de los Panoramas—, donde el académico Juan Justino abrió la puerta grande con la historia del autor y la Generación del 900, origen de una lengua literaria moderna y audaz. No fue una lección de museo, sino la explicación de por qué Uruguay se volvió un laboratorio de modernidad a comienzos del siglo XX.

Justino reconstruyó la escena: una ciudad que dejaba de ser “aldea” para volverse metrópoli, tertulias donde se polemizaba sobre el americanismo, y un grupo de escritores que, junto a José Enrique Rodó y en diálogo con Rubén Darío, rompieron moldes.

Para un extranjero, esa parada muestra dónde ancla una parte del prestigio literario uruguayo: en la poesía que inaugura un tono propio y dialoga con el continente. Y abre una pista que hoy sigue vigente: la tradición de “los raros” — esa constelación de autores de culto, inclasificables y visionarios, que la crítica asocia a Uruguay desde fines del siglo XIX—, un linaje de voces tan identitarias como dispares: Felisberto Hernández, Juan Carlos Onetti, el Conde de Lautréamont, Marosa di Giorgio o Mario Levrero, entre otros.

“Ver la casa, recrear ese espacio y escuchar la ‘clase magistral’ sobre el autor y sus vínculos me pareció muy especial”, contó Tobón al salir.

Susana Soca: la mujer que unió hemisferios

En la Casa de Susana Soca, donde funciona hoy Ánima Espacio Cultural, las anfitrionas Déborah Rucanski y Sofía Casanova relataron la historia fascinante de esta poeta, editora y mecenas nacida en 1906, políglota y puente natural entre América y Europa. Allí los visitantes escucharon cómo, durante la Segunda Guerra Mundial, Soca fundó en París la revista La Licorne, y más tarde en Montevideo continuó con Entregas del Unicornio, publicando a Jorge Luis Borges, Felisberto Hernández, Jules Supervielle y Albert Camus.

A través de esas publicaciones, Soca tejió una red literaria única, que unió las voces del Río de la Plata con los grandes nombres de la literatura europea. Apoyó a Felisberto Hernández en su primera edición en francés, mantuvo correspondencia con Albert Camus y Jules Supervielle —de quienes fue traductora y amiga—, y cultivó vínculos con Jorge Luis Borges y con escritores de la Generación del 900. Su línea editorial, que alternaba autores “de allá y de acá”, revelaba una visión cosmopolita y profundamente uruguaya a la vez. Su vida se truncó en 1959, dejando una obra poética póstuma y una biografía que la define como rara avis.

Para Tobón, fue un hallazgo: “La casa Soca fue pleno descubrimiento para mí… dimensionar a una editora-puente que conectó París y Montevideo en plena guerra”.

En la casa del “poeta de la patria”

El recorrido siguió por el Museo Zorrilla, donde Mariana Fernández recibió al grupo entre historias, cuadros y esculturas. Allí, en la antigua casa de veraneo de Juan Zorrilla de San Martín, se despliega la historia de un escritor que dio voz épica a un país naciente con Tabaré, el poema que narra el encuentro —y la herida— entre lo indígena y lo español.
Tobón lo integró con lo visto en la Academia. “Entender cómo se generó la literatura nacional en relación con otras latinoamericanas, pero estando en los lugares donde se escribía, le da otra dimensión”, aseguró.

La guía recordó que esta casa también dio origen a una saga de artistas —su hijo, el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, y su nieta, la actriz China Zorrilla— que encarnan la continuidad cultural del país.

Mario Benedetti: la memoria organizada

La Fundación Benedetti fue la última escala del recorrido literario. Ana Montesdeoca los recibió entre vitrinas donde se conservan manuscritos, fotografías, su máquina de escribir y una biblioteca cuidadosamente ordenada. Allí explicó cómo el autor de La tregua y Gracias por el fuego dejó establecido el mandato de crear una institución que preservara su obra y apoyara a nuevos escritores, además de mantener viva su militancia por los derechos humanos.

“Sentí de forma muy clara el respeto con que Uruguay preserva la memoria de sus autores”, dijo Aloisio. “Es una enseñanza que me llevo a Brasil, junto con el compromiso de abrir puentes: trabajar con ilustradores y escritores uruguayos, y transmitir este mensaje a otros colegas”, agregó.
Tobón cerró en la misma línea: “Estas misiones inversas son muy enriquecedoras; me llevo la gran tarea de revisar textos y encontrar puentes de lectura en nuestra lengua común”.

Un alto en el Café Brasilero

Un mediodía encontró a los editores en el Café Brasilero (1877), joya art nouveau y patrimonio de la ciudad. Aquí Onetti escribió las primeras líneas de El pozo; Benedetti, Idea Vilariño y Rodó ocuparon mesas; el menú recuerda a Galeano con un café que lleva su nombre.

Ese es el valor que destaca Tobón: “El recorrido no se agotó en lo profesional; tuve una visión más cercana de la vida cultural uruguaya, acogedora y coherente”.
Aloisio, pragmático, lo transformó en hoja de ruta: “No cometan el error que yo cometí de dejarse consumir por la maquinaria y no mirar alrededor. Hay que mirar más a los que están cerca.”

Un mapa para lectores del mundo

Para quien llega desde fuera, Uruguay ofrece una ecuación singular y un sector editorial plural, de los catálogos independientes a los grupos establecidos, una trama institucional que custodia archivos y casas, y una tradición autoral arriesgada y con conciencia cívica.

Ese arco se reconoce en sus nombres emblema —Zorrilla de San Martín, José Enrique Rodó, Juana de Ibarbourou, Horacio Quiroga, Julio Herrera y Reissig, Juan Carlos Onetti (Premio Cervantes), Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Felisberto Hernández— y se hace particularmente visible en su constelación de poetas como Delmira Agustini, Idea Vilariño, Marosa di Giorgio, Circe Maia, Ida Vitale (Premio Cervantes), entre otras.

En torno suyo, el concepto local de “los raros” —esa devoción por lo inclasificable— da a la literatura uruguaya un tono reconocible de intensidad, experimentación, mirada oblicua y, a la vez, pie firme en lo cotidiano.

Este viaje mostró a dos editores cómo lo contemporáneo escucha a su historia y cómo esa historia, organizada en museos, fundaciones y academias, sigue alimentando decisiones editoriales hoy.

“Uruguay es un sitio peculiar, incluso privilegiado”, dijo TobónAloisio lo completó sonriente: “Siento hasta una sana envidia: serenidad, compromiso, respeto por el oficio. Si logramos reproducir un poco de eso, los resultados serán muy buenos”.


Top