El ilustrador como marca: claves para la promoción en el negocio editorial

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Para lograr posicionar su trabajo, el ilustrador debe conocer cómo funciona la industria editorial, sus actores y procesos. Entre otras acciones, las empresas del sector se ocupan de la conformación de un catálogo, la adquisición de títulos, la edición y el diseño. Es importante que definan un catálogo que encuentre a sus lectores, con obras que muestren un perfil específico. Muchas de las editoriales más importantes “crean” a sus lectores.

Existe una clásica división entre editoriales trasnacionales y editoriales independientes, que casi siempre tienen un carácter local, donde el editor es a la vez dueño de la empresa. Además, las editoriales pueden organizar su catálogo en sellos, que son las líneas de una misma editorial que se presentan como distintas marcas, y colecciones, grupos de libros de una misma categoría o género que son publicados bajo la misma marca de la editorial. Esta diversificación viene en general acompañada de una diferente identidad gráfica y visual.

Para ilustrar estos conceptos podemos encontrar algunos ejemplos de editoriales del mundo. Un caso singular es la reconocida Minotauro, creada en 1955 por Francisco Porrúa. Tras percibir la ausencia de ciencia ficción en las letras latinoamericanas, Porrúa comenzó a editar clásicos traducidos como el célebre Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. El mismo editor, –aunque para Sudamericana– publicó Cien años de soledad, obra insigne de Gabriel García Márquez, que había sido duramente rechazada por otros editores. En este sentido, es muy importante la selección de obras para una editorial y la sofisticación de ese elegir, que puede llevar a descubrir una gran obra en un texto menospreciado.

Otro caso es el de la argentina Caja Negra, especializada en la publicación de ensayos de música y arte, la chileno-venezolana Ekaré, que resalta por el refinamiento en la confección de su catálogo y las editoriales especializadas en literatura para niños, como la uruguaya ¡Más Pimienta!, así como otras orientadas a prelectores, donde los libros son casi juguetes y las publicaciones juegan con materiales y texturas.

Brújula para ilustradores

El trabajo del ilustrador, antes que nada, debe encajar con los aspectos ideológicos, estéticos, y políticos que identifican a cada editorial. Por esa razón, el profesional debe conocer a la editorial antes de presentarle su trabajo, para determinar si la línea de las publicaciones coincide con la paleta de estilos que el ilustrador maneja.

El ilustrador debe pensarse a sí mismo como una marca. Esto implica definir qué atributos quiere transmitir, qué cualidades reúne su trabajo, ya sea cercanía, ternura, irreverencia, crítica social, tradición u otras, y después preguntarse si calza esto con los atributos de la editorial.

Para promover su trabajo, el ilustrador dispone de varias herramientas: la página personal, plataformas como Etsy (para la venta directa) y Patreon (plataforma de micromecenazgo contemporáneo), así como las redes sociales, que constituyen una vitrina ideal para dar a conocer su obra al mundo.

El portafolio es la principal herramienta comercial y de venta para el ilustrador. Su confección debe ser lo más profesional posible y la selección de obras debe ser personalizada, curada a medida. Es importante determinar la jerarquía y la secuencia de las obras. El ilustrador debe elegir dentro de su propio trabajo aquellas obras que se adapten al portafolio a presentar.

Es importante dedicarle tiempo, pensar el contenido, ¿qué va a ver la persona?, ¿qué quiero que se destaque? Es sustancial personalizar el portafolio de acuerdo al cliente, mediante una correcta selección de obras. Todo lo que contiene un portafolio depende del interlocutor y también es importante la situación en la que se visualiza el portafolio. No es lo mismo la Feria de Bologna que quien lo mira en una oficina.

La selección de obras debe mostrar la paleta de estilos del ilustrador, indicar si las mismas se publicaron e incluir las mejores piezas del autor. También debe confeccionarse una versión en inglés, cuidar la corrección idiomática de los contenidos e incluir la información de contacto del ilustrador, aspectos muchas veces subestimados. Hay que intentar responder todas las preguntas que podrían tener los clientes.

La portada del portafolio reviste una dedicación especial. Tiene que enganchar, tiene que ser elocuente, tiene que mostrar en una mirada lo que son como ilustradores.

A propósito de su diseño, el portafolio debe ser en formato horizontal, para permitir la visualización digital, y contar con un diseño profesional y sencillo, que facilite una aprehensión eficiente del contenido. En cuanto a los aspectos técnicos, debe tener entre 10 y 15 páginas y no debe incluir elementos que obstaculicen la visualización, ya que el portafolio se tiene que ver y captar rápidamente.

 

Adrián Puentes

Fundador y socio de la agencia literaria Puentes, que representa a narradores e ilustradores latinoamericanos.

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